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Temática: General
Descripción: Dirk Gentil, Agencia de investigaciones holísticas Douglas Adams 6 noche quedó por fin envuelta en una profunda, espantosa oscuridad. No se oía más que un suave tintineo de agua. Pero por la mañana el sol salió con un inusual brillo en un día que era, o se anunciaba, si hubiera habido alguien para anunciarlo, más cálido, claro y radiante: un día mucho más alegre que todos los que se habían conocido hasta entonces. Un río de cristalinas aguas corría por los destrozados restos del valle. Y el tiempo empezó a transcurrir en serio.
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Descripción: Dirk Gentil, Agencia de investigaciones holísticas Douglas Adams 6 noche quedó por fin envuelta en una profunda, espantosa oscuridad. No se oía más que un suave tintineo de agua. Pero por la mañana el sol salió con un inusual brillo en un día que era, o se anunciaba, si hubiera habido alguien para anunciarlo, más cálido, claro y radiante: un día mucho más alegre que todos los que se habían conocido hasta entonces. Un río de cristalinas aguas corría por los destrozados restos del valle. Y el tiempo empezó a transcurrir en serio.
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Temática: General
Descripción: 6 - ¿Sí? - Y Zaphod Beeblebrox. La sonrisa de Mediotroncho temblequeo por un instante. - Ah, sí - dijo -. Ya me lo esperaba. Es muy lamentable. - ¿Es un amigo personal? - inquirió el vogón, que una vez había oído esa expresión en alguna parte y decidió emplearla. - Ah, no - replicó Mediotroncho -; ya sabes que en nuestra profesión no tenemos amigos personales. - ¡Ah! - Gruño el vogón -. Distanciamiento profesional. - No - dijo alegremente Mediotroncho -, es sólo que no tenemos gancho para eso. Hizo una pausa. Sus labios continuaron sonriendo, pero sus ojos fruncieron levemente el ceño. - Pero ya sabes que Beeblebrox es uno de mis clientes más provechosos. Tiene unos problemas de personalidad que superan los sueños de cualquier analista. Jugueteó un poco con esa idea antes de desechara de mala gana. - Pero ¿estás preparado para tu tarea? - preguntó. - Sí. - Bien. Destruye esa nave inmediatamente. - ¿Qué hay de Beeblebrox? - Pues Zaphod no es más que lo que te he dicho, ¿sabes? - dijo Mediotroncho en tono vivaz. Desapareció de la pantalla. El capitán vogón pulsó un interruptor que le comunicaba con los restos de su tripulación. - Al ataque - dijo.
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Descripción: 6 - ¿Sí? - Y Zaphod Beeblebrox. La sonrisa de Mediotroncho temblequeo por un instante. - Ah, sí - dijo -. Ya me lo esperaba. Es muy lamentable. - ¿Es un amigo personal? - inquirió el vogón, que una vez había oído esa expresión en alguna parte y decidió emplearla. - Ah, no - replicó Mediotroncho -; ya sabes que en nuestra profesión no tenemos amigos personales. - ¡Ah! - Gruño el vogón -. Distanciamiento profesional. - No - dijo alegremente Mediotroncho -, es sólo que no tenemos gancho para eso. Hizo una pausa. Sus labios continuaron sonriendo, pero sus ojos fruncieron levemente el ceño. - Pero ya sabes que Beeblebrox es uno de mis clientes más provechosos. Tiene unos problemas de personalidad que superan los sueños de cualquier analista. Jugueteó un poco con esa idea antes de desechara de mala gana. - Pero ¿estás preparado para tu tarea? - preguntó. - Sí. - Bien. Destruye esa nave inmediatamente. - ¿Qué hay de Beeblebrox? - Pues Zaphod no es más que lo que te he dicho, ¿sabes? - dijo Mediotroncho en tono vivaz. Desapareció de la pantalla. El capitán vogón pulsó un interruptor que le comunicaba con los restos de su tripulación. - Al ataque - dijo.
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Descripción: 6 Por el cielo pasó una nube. Arrojó una sombra sobre Arthur Dent, que estaba tumbado en el barro frío, apoyado en el codo. Arrojó otra sombra sobre la casa de Arthur Dent. Mister Prosser frunció el ceño. - No parece que sea una casa particularmente bonita - afirmó. - Lo siento, pero da la casualidad de que a mí me gusta. - Le gustará la vía de circunvalación. - ¡Cállese ya! -exclamó Arthur Dent-. Cállese, márchese y llévese con usted su condenada vía de circunvalación. No tiene en qué basar sus pretensiones, y usted lo sabe. Mister Prosser abrió y cerró la boca un par de veces mientras su imaginación se llenaba por un momento de visiones inexplicables, pero horriblemente atractivas, de la casa de Arthur Dent consumida por las llamas y del propio Arthur gritando y huyendo a la carrera de las ruinas humeantes con al menos tres pesadas lanzas sobresaliendo en su espalda. Mister Prosser se veía incomodado con frecuencia por imágenes parecidas, que le ponían muy nervioso. Tartamudeó un momento, pero logró dominarse. - Mister Dent -dijo. - ¡Hola! ¿Sí? -dijo Arthur. - Voy a proporcionarle cierta información objetiva. ¿Tiene usted alguna idea del daño que sufriría ese bulldozer si yo permitiera que simplemente le pasara a usted por encima? - ¿Cuánto? -inquirió Arthur. - Ninguno en absoluto -respondió mister Prosser, apartándose nervioso y frenético y preguntándose por qué le invadían el cerebro mil jinetes greñudos que no dejaban de aullar. Por una coincidencia curiosa, ninguno en absoluto era exactamente el recelo que el descendiente de los simios llamado Arthur Dent abrigaba de que uno de sus amigos más íntimos no descendiera de un mono, sino que en realidad procediese de un pequeño planeta próximo a Betelgeuse, y no de Guilford, como él afirmaba. Eso jamás lo había sospechado Arthur Dent, Su amigo había llegado por primera vez al planeta Tierra unos quince años antes, y había trabajado mucho para adaptarse a la sociedad terrestre; y con cierto éxito, habría que añadir. Por ejemplo, se había pasado esos quince años fingiendo ser un actor sin trabajo, cosa bastante plausible. Pero, por descuido, había cometido un error al quedarse un poco corto en sus investigaciones preparatorias. La información que había obtenido le llevó a escoger el nombre de «Ford Prefect» en la creencia de que era muy poco llamativo. No era exageradamente alto, y sus facciones podían ser impresionantes pero no muy atractivas. Tenía el pelo rojo y fuerte, y se lo peinaba hacia atrás desde las sienes. Parecía que le habían estirado la piel desde la nariz hacia atrás. Había algo raro en su aspecto, pero resultaba difícil determinar qué era. Quizá consistiese en que no parecía parpadear con la frecuencia suficiente, y cuando le hablaban durante cierto tiempo, los
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Descripción: 6 Por el cielo pasó una nube. Arrojó una sombra sobre Arthur Dent, que estaba tumbado en el barro frío, apoyado en el codo. Arrojó otra sombra sobre la casa de Arthur Dent. Mister Prosser frunció el ceño. - No parece que sea una casa particularmente bonita - afirmó. - Lo siento, pero da la casualidad de que a mí me gusta. - Le gustará la vía de circunvalación. - ¡Cállese ya! -exclamó Arthur Dent-. Cállese, márchese y llévese con usted su condenada vía de circunvalación. No tiene en qué basar sus pretensiones, y usted lo sabe. Mister Prosser abrió y cerró la boca un par de veces mientras su imaginación se llenaba por un momento de visiones inexplicables, pero horriblemente atractivas, de la casa de Arthur Dent consumida por las llamas y del propio Arthur gritando y huyendo a la carrera de las ruinas humeantes con al menos tres pesadas lanzas sobresaliendo en su espalda. Mister Prosser se veía incomodado con frecuencia por imágenes parecidas, que le ponían muy nervioso. Tartamudeó un momento, pero logró dominarse. - Mister Dent -dijo. - ¡Hola! ¿Sí? -dijo Arthur. - Voy a proporcionarle cierta información objetiva. ¿Tiene usted alguna idea del daño que sufriría ese bulldozer si yo permitiera que simplemente le pasara a usted por encima? - ¿Cuánto? -inquirió Arthur. - Ninguno en absoluto -respondió mister Prosser, apartándose nervioso y frenético y preguntándose por qué le invadían el cerebro mil jinetes greñudos que no dejaban de aullar. Por una coincidencia curiosa, ninguno en absoluto era exactamente el recelo que el descendiente de los simios llamado Arthur Dent abrigaba de que uno de sus amigos más íntimos no descendiera de un mono, sino que en realidad procediese de un pequeño planeta próximo a Betelgeuse, y no de Guilford, como él afirmaba. Eso jamás lo había sospechado Arthur Dent, Su amigo había llegado por primera vez al planeta Tierra unos quince años antes, y había trabajado mucho para adaptarse a la sociedad terrestre; y con cierto éxito, habría que añadir. Por ejemplo, se había pasado esos quince años fingiendo ser un actor sin trabajo, cosa bastante plausible. Pero, por descuido, había cometido un error al quedarse un poco corto en sus investigaciones preparatorias. La información que había obtenido le llevó a escoger el nombre de «Ford Prefect» en la creencia de que era muy poco llamativo. No era exageradamente alto, y sus facciones podían ser impresionantes pero no muy atractivas. Tenía el pelo rojo y fuerte, y se lo peinaba hacia atrás desde las sienes. Parecía que le habían estirado la piel desde la nariz hacia atrás. Había algo raro en su aspecto, pero resultaba difícil determinar qué era. Quizá consistiese en que no parecía parpadear con la frecuencia suficiente, y cuando le hablaban durante cierto tiempo, los
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Temática: General
Descripción: 6 Al menos se desquitó de que terminara adelantándole aquel Porsche al que concienzudamente había estado cortándole el paso durante los últimos treinta kilómetros. Y mientras conducía, las nubes arrastraban el cielo tras él, porque, aunque él no lo sabía, Rob McKenna era un Dios de la Lluvia. Lo único que sabía era que sus jornadas de trabajo resultaban desgraciadas y que sus vacaciones eran una sucesión de días asquerosos. Lo único que sabían las nubes era que le amaban y querían estar cerca de él, para mimarlo y empaparlo de agua. 3 Los dos camiones siguientes no iban conducidos por dioses de la lluvia, pero hicieron exactamente lo mismo. La figura prosiguió la penosa marcha, más bien chapoteando, hasta que la cuesta apareció de nuevo y el traicionero charco de agua quedó atrás. Al cabo de un rato, la lluvia empezó a amainar y la luna hizo una breve aparición desde detrás de las nubes. Pasó un Renault, y su conductor hizo complicadas y frenéticas señales a la figura que andaba trabajosamente, para indicarle que en circunstancias normales le habría encantado llevarla en su coche, pero que ahora no podía porque no iba en esa dirección, cualquiera que fuese, y que estaba seguro de que lo entendería. Terminó haciéndole una seña con los pulgares en alto, alegremente, como para comunicarle que esperaba que se encontrara estupendamente por tener frío y estar casi totalmente empapada, y que le recogería la próxima vez que la viera. La figura prosiguió la penosa marcha. Pasó un Fiat e hizo exactamente lo mismo que el Renault. En dirección contraria pasó un Maxi y guiñó los faros a la figura, que avanzaba lentamente, aunque no quedó claro si el centelleo significaba «Hola», o «Lamento que vayamos en dirección contraria», o «Mira, hay alguien en la lluvia ¡qué broma!». Una franja verde en la parte superior del parabrisas indicaba que, cualquiera que fuese el mensaje, venía de parte de Steve y Carola. La tormenta había cesado definitivamente, y los escasos truenos resonaban en las colinas más lejanas, como alguien que dije «Y una cosa más...», veinte minutos después de haber reconocido que había perdido el hilo de su argumentación. El aire estaba más despejado ahora y la noche era más fría. El sonido viajaba bastante bien. La perdida figura, tiritando desesperadamente, llegó a una encrucijada, donde una carretera lateral torcía a la izquierda. Frente al desvío había un poste de señalización al que se acercó a toda prisa para estudiarlo con febril curiosidad, apartándose bruscamente cuando otro coche pasó de pronto.
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Descripción: 6 Al menos se desquitó de que terminara adelantándole aquel Porsche al que concienzudamente había estado cortándole el paso durante los últimos treinta kilómetros. Y mientras conducía, las nubes arrastraban el cielo tras él, porque, aunque él no lo sabía, Rob McKenna era un Dios de la Lluvia. Lo único que sabía era que sus jornadas de trabajo resultaban desgraciadas y que sus vacaciones eran una sucesión de días asquerosos. Lo único que sabían las nubes era que le amaban y querían estar cerca de él, para mimarlo y empaparlo de agua. 3 Los dos camiones siguientes no iban conducidos por dioses de la lluvia, pero hicieron exactamente lo mismo. La figura prosiguió la penosa marcha, más bien chapoteando, hasta que la cuesta apareció de nuevo y el traicionero charco de agua quedó atrás. Al cabo de un rato, la lluvia empezó a amainar y la luna hizo una breve aparición desde detrás de las nubes. Pasó un Renault, y su conductor hizo complicadas y frenéticas señales a la figura que andaba trabajosamente, para indicarle que en circunstancias normales le habría encantado llevarla en su coche, pero que ahora no podía porque no iba en esa dirección, cualquiera que fuese, y que estaba seguro de que lo entendería. Terminó haciéndole una seña con los pulgares en alto, alegremente, como para comunicarle que esperaba que se encontrara estupendamente por tener frío y estar casi totalmente empapada, y que le recogería la próxima vez que la viera. La figura prosiguió la penosa marcha. Pasó un Fiat e hizo exactamente lo mismo que el Renault. En dirección contraria pasó un Maxi y guiñó los faros a la figura, que avanzaba lentamente, aunque no quedó claro si el centelleo significaba «Hola», o «Lamento que vayamos en dirección contraria», o «Mira, hay alguien en la lluvia ¡qué broma!». Una franja verde en la parte superior del parabrisas indicaba que, cualquiera que fuese el mensaje, venía de parte de Steve y Carola. La tormenta había cesado definitivamente, y los escasos truenos resonaban en las colinas más lejanas, como alguien que dije «Y una cosa más...», veinte minutos después de haber reconocido que había perdido el hilo de su argumentación. El aire estaba más despejado ahora y la noche era más fría. El sonido viajaba bastante bien. La perdida figura, tiritando desesperadamente, llegó a una encrucijada, donde una carretera lateral torcía a la izquierda. Frente al desvío había un poste de señalización al que se acercó a toda prisa para estudiarlo con febril curiosidad, apartándose bruscamente cuando otro coche pasó de pronto.
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Descripción: 6 no lo había detectado antes porque el meteorito se estrelló precisamente en la parte que contenía el equipo de proceso de datos que debía detectar si algún meteorito entraba en colisión con la nave. Lo primero que había que hacer era tratar de cerrar el agujero. Resultó imposible, porque los sensores de la nave fueron incapaces de localizarlo y los controles que debían indicar cualquier fallo en los sensores no funcionaban como era debido y repetían que los sensores marchaban perfectamente. La nave sólo podía deducir la existencia de una cavidad por el hecho evidente de que los robots se habían caído por un agujero, llevándose con ellos el cerebro de repuesto que hubiera permitido detectarlo. La nave trató de pensar lógicamente, fracasó y se quedó un rato completamente en blanco. No se dio cuenta de que se había quedado en blanco, claro está, porque se había quedado en blanco. Sólo se sorprendió al ver brincar las estrellas. Al tercer salto de estrellas, la nave comprendió al fin que debía haberse quedado en blanco, y que ya era hora de tomar alguna decisión seria. Se tranquilizó. Entonces se dio cuenta de que aún no había tomado ninguna decisión seria y le entró pánico. Volvió a quedarse en blanco otro rato. Cuando volvió a activarse, cerró todos los mamparos en torno a la zona donde suponía que estaba el agujero. Evidentemente aún no había llegado a su destino, pensó con vacilación, pero como ya no tenía la menor idea del sitio adonde se dirigía ni de cómo llegar, le pareció que no tenía mucho sentido seguir. Consultó los pocos fragmentos de instrucciones que pudo reconstruir del pingajo de su módulo de misión central. - Su misión anual es aterrizar a distancia prudencial y vigilar Lo demás era una auténtica basura. Antes de quedarse en blanco permanentemente, la nave debía transmitir dichas instrucciones, tal como estaban, a sus sistemas auxiliares más primitivos. Además, tenía que revivir a toda la tripulación. Había otro problema. Mientras la tripulación estaba en hibernación, la mente de todos sus miembros, sus recuerdos, identidades y comprensión de lo que habían ido a hacer, se había trasladado al módulo de misión central de la nave para que todo ello se mantuviera en las debidas condiciones de seguridad. Los miembros de la tripulación no iban a tener la menor idea de quiénes eran ni de qué estaban haciendo allí. Vaya, hombre.
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Temática: General
Descripción: 6 no lo había detectado antes porque el meteorito se estrelló precisamente en la parte que contenía el equipo de proceso de datos que debía detectar si algún meteorito entraba en colisión con la nave. Lo primero que había que hacer era tratar de cerrar el agujero. Resultó imposible, porque los sensores de la nave fueron incapaces de localizarlo y los controles que debían indicar cualquier fallo en los sensores no funcionaban como era debido y repetían que los sensores marchaban perfectamente. La nave sólo podía deducir la existencia de una cavidad por el hecho evidente de que los robots se habían caído por un agujero, llevándose con ellos el cerebro de repuesto que hubiera permitido detectarlo. La nave trató de pensar lógicamente, fracasó y se quedó un rato completamente en blanco. No se dio cuenta de que se había quedado en blanco, claro está, porque se había quedado en blanco. Sólo se sorprendió al ver brincar las estrellas. Al tercer salto de estrellas, la nave comprendió al fin que debía haberse quedado en blanco, y que ya era hora de tomar alguna decisión seria. Se tranquilizó. Entonces se dio cuenta de que aún no había tomado ninguna decisión seria y le entró pánico. Volvió a quedarse en blanco otro rato. Cuando volvió a activarse, cerró todos los mamparos en torno a la zona donde suponía que estaba el agujero. Evidentemente aún no había llegado a su destino, pensó con vacilación, pero como ya no tenía la menor idea del sitio adonde se dirigía ni de cómo llegar, le pareció que no tenía mucho sentido seguir. Consultó los pocos fragmentos de instrucciones que pudo reconstruir del pingajo de su módulo de misión central. - Su misión anual es aterrizar a distancia prudencial y vigilar Lo demás era una auténtica basura. Antes de quedarse en blanco permanentemente, la nave debía transmitir dichas instrucciones, tal como estaban, a sus sistemas auxiliares más primitivos. Además, tenía que revivir a toda la tripulación. Había otro problema. Mientras la tripulación estaba en hibernación, la mente de todos sus miembros, sus recuerdos, identidades y comprensión de lo que habían ido a hacer, se había trasladado al módulo de misión central de la nave para que todo ello se mantuviera en las debidas condiciones de seguridad. Los miembros de la tripulación no iban a tener la menor idea de quiénes eran ni de qué estaban haciendo allí. Vaya, hombre.
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Temática: General
Descripción: El entorno estaba iluminado con luz leve y enfermiza, y era desagradable en varios aspectos, el más obvio de los cuales era la colorida distribución de partes del fallecido y lamentado Oficial de navegación de la nave en los pisos, paredes y techo, y muy especialmente en la mitad inferior de su traje, el de Zaphod. El efecto era tan pasmosamente asqueroso que no volveremos a referirnos a él en ninguna parte de esta narración... salvo para dejar sentado que obligó a Zaphod a vomitar dentro del traje, el cual, consecuentemente, se quitó e intercambió, luego de realizar las modificaciones correspondientes en el alojamiento de la cabeza, con el traje vacío. Por desgracia, el hedor del aire fétido de la nave, seguido por el panorama de su propio traje, que caminaba por ahí envuelto en intestinos en putrefacción, fue suficiente para hacerlo vomitar también en el otro traje, problema con el cual él y el traje tendrían que aprender a convivir. Listo. Eso es todo. No hay más asquerosidades. Por lo menos, no hay más de esa asquerosidad en particular. El dueño del rostro que gritaba ahora se había calmado ligeramente y estaba balbuceando incoherencias dentro de un tanque con líquido amarillo: un tanque de suspensión de emergencia. - Fue una locura - balbuceaba- , ¡una locura! Le dije que podíamos probar la langosta al volver, pero él estaba enloquecido. ¡Obsesionado! ¿Ustedes alguna vez se ponen así por las langostas? Porque yo no. Me parecen demasiado gomosas y resbaladizas para comer, y su sabor no es gran cosa, es decir, ¿tienen sabor? Prefiero infinitamente las ostras, y así se lo dije. ¡Oh, Zarquon, se lo dije! Zaphod contemplaba esta extraordinaria aparición que se agitaba en su tanque. El sujeto tenía adosados toda clase de tubos de supervivencia y su voz salía por unos parlantes que provocaban ecos demenciales en toda la nave, retornando, fantasmales, desde profundos y distantes corredores. - Ahí fue donde estuve mal - gritó el loco-. Dije realmente que prefería las ostras y él dijo que era porque nunca había probado una langosta en serio, como las que comían en el sitio de donde venían sus antepasados, que era aquí, y que me lo demostraría. Dijo que no había problema, dijo que por la langosta de aquí valía la pena todo el viaje, y ni qué hablar del pequeño desvío que tomaríamos para llegar aquí, y juró que podía controlar la nave en la atmósfera, pero fue una locura, ¡una locura! - gritó, e hizo una pausa, moviendo los ojos de un lado a otro, como si la palabra hubiera despertado algo en su mente-. ¡La nave quedó fuera de control! Yo no podía creer lo que estábamos haciendo, nada más que para demostrar una afirmación sobre la langosta, que realmente es un alimento tan sobrestimado. Lamento mencionar tanto a la langosta. Trataré de evitarlo por un minuto, pero he estado tanto tiempo solo con mis pensamientos estos meses en el tanque... ¿pueden imaginarse lo que es encontrarse encerrado en una nave con los mismos tipos durante meses, comiendo basura mientras un sujeto habla todo el tiempo solamente de langostas, y luego pasarse seis meses flotando en un tanque, pensando en ello? Prometo que trataré de no hablar de langostas, en serio. Langostas, langostas, langostas... ¡basta! Creo que soy el único sobreviviente. Soy el único que logró llegar a un tanque de emergencia antes de caer. Envié una señal de auxilio y luego nos estrellamos. Es un desastre, ¿verdad? Un desastre total, y todo
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Temática: General
Descripción: El entorno estaba iluminado con luz leve y enfermiza, y era desagradable en varios aspectos, el más obvio de los cuales era la colorida distribución de partes del fallecido y lamentado Oficial de navegación de la nave en los pisos, paredes y techo, y muy especialmente en la mitad inferior de su traje, el de Zaphod. El efecto era tan pasmosamente asqueroso que no volveremos a referirnos a él en ninguna parte de esta narración... salvo para dejar sentado que obligó a Zaphod a vomitar dentro del traje, el cual, consecuentemente, se quitó e intercambió, luego de realizar las modificaciones correspondientes en el alojamiento de la cabeza, con el traje vacío. Por desgracia, el hedor del aire fétido de la nave, seguido por el panorama de su propio traje, que caminaba por ahí envuelto en intestinos en putrefacción, fue suficiente para hacerlo vomitar también en el otro traje, problema con el cual él y el traje tendrían que aprender a convivir. Listo. Eso es todo. No hay más asquerosidades. Por lo menos, no hay más de esa asquerosidad en particular. El dueño del rostro que gritaba ahora se había calmado ligeramente y estaba balbuceando incoherencias dentro de un tanque con líquido amarillo: un tanque de suspensión de emergencia. - Fue una locura - balbuceaba- , ¡una locura! Le dije que podíamos probar la langosta al volver, pero él estaba enloquecido. ¡Obsesionado! ¿Ustedes alguna vez se ponen así por las langostas? Porque yo no. Me parecen demasiado gomosas y resbaladizas para comer, y su sabor no es gran cosa, es decir, ¿tienen sabor? Prefiero infinitamente las ostras, y así se lo dije. ¡Oh, Zarquon, se lo dije! Zaphod contemplaba esta extraordinaria aparición que se agitaba en su tanque. El sujeto tenía adosados toda clase de tubos de supervivencia y su voz salía por unos parlantes que provocaban ecos demenciales en toda la nave, retornando, fantasmales, desde profundos y distantes corredores. - Ahí fue donde estuve mal - gritó el loco-. Dije realmente que prefería las ostras y él dijo que era porque nunca había probado una langosta en serio, como las que comían en el sitio de donde venían sus antepasados, que era aquí, y que me lo demostraría. Dijo que no había problema, dijo que por la langosta de aquí valía la pena todo el viaje, y ni qué hablar del pequeño desvío que tomaríamos para llegar aquí, y juró que podía controlar la nave en la atmósfera, pero fue una locura, ¡una locura! - gritó, e hizo una pausa, moviendo los ojos de un lado a otro, como si la palabra hubiera despertado algo en su mente-. ¡La nave quedó fuera de control! Yo no podía creer lo que estábamos haciendo, nada más que para demostrar una afirmación sobre la langosta, que realmente es un alimento tan sobrestimado. Lamento mencionar tanto a la langosta. Trataré de evitarlo por un minuto, pero he estado tanto tiempo solo con mis pensamientos estos meses en el tanque... ¿pueden imaginarse lo que es encontrarse encerrado en una nave con los mismos tipos durante meses, comiendo basura mientras un sujeto habla todo el tiempo solamente de langostas, y luego pasarse seis meses flotando en un tanque, pensando en ello? Prometo que trataré de no hablar de langostas, en serio. Langostas, langostas, langostas... ¡basta! Creo que soy el único sobreviviente. Soy el único que logró llegar a un tanque de emergencia antes de caer. Envié una señal de auxilio y luego nos estrellamos. Es un desastre, ¿verdad? Un desastre total, y todo